Después de más de mes sin precedentes en Argentina, el aislamiento social, preventivo y obligatorio, o como muchos le llaman cuarentena afecta la vida de muchas personas en una cosa en común: el trabajo.
Por: Lucas Balderrama/ La pandemia mundial causada por el coronavirus obligó a los gobiernos del mundo a decretar un estado de emergencia, donde las personas podrán salir de sus casas solamente para realizar actividades esenciales. Sin embargo, esto afectó a muchos trabajadores en estado de informalidad, personas que apenas llegan con esa plata a fin de mes y superan el día a día.
Sebastián Falcone, con 29 años, trabaja hace 10 años en un taller de reparación de embragues, nos contó los inconvenientes vividos por tan solo intentar llegar a su trabajo: “el primer día de cuarentena casi me llevan preso, estaba yendo al trabajo para ver como seguíamos y si nos daban algo de plata aunque sea, porque no se podía trabajar así. Pero ni siquiera llegué a las cinco cuadras de mi casa que me cruzó una camioneta de gendarmería y me dijeron que si no me volvía me iban a llevar al cuartel” y agregó: “al rato que llegué a mi casa me di cuenta que no se podía salir del barrio”. Todo esto se debe a incidentes en San Alberto, Ituzaingo. Donde la gente rompió una patrulla después de una fiesta (vídeo clic aquí). “Solamente se podía salir a la mañana por acá, porque a la tarde estaba todo cerrado y si te veían seguro te llevaban”. Después de dos semanas Sebastián puedo volver a su trabajo pero no tomaron ningún tipo de precauciones, solo utilizan el jabón con el que se lavan las manos una vez finalizada la jornada.
Por otra parte, con 65 años, esta Norma Gómez. Una mujer que trabaja de empleada domestica en 5 casas diferentes toda la semana, de estos domicilios solamente 1 persona la tiene en “blanco”. Comentó que: “estoy cansada de esto, por un lado porque soy una persona de alto riesgo por mi problema de asma y no me queda que pasarla encerrada, y por otro me canse de que mis empleadores no me pasen un peso, nada más una persona me pasó un poco de plata pero los demás miran para otro lado”. Además también dijo “me parece que voy a terminar mandando una carta de documento y resolver esto por otro lado, total ya no tengo nada por perder” exclamó enojada y agregó: “me duele igual tener que hacerles eso, pero a mí me duele mas no llegar con la comida muchas veces”.
Por último tenemos a Lautaro Loza, un joven de 20 años que trabajaba en un gimnasio como personal trainer, antes de que este fenómeno apareciera, pero debido a todo lo que pasa en el mundo el lugar permanece cerrado. Después de esto decidió volver a trabajar con su padre, vendiendo facturas y café en las oficinas de descanso de los chóferes de colectivo de la T.U.M, este es el único medio por el cual a esta familia le ingresa dinero. Loza nos confesó que además de las medidas recomendadas por los profesionales, también decidieron entregar la comida directamente en una bolsa y que los empleados de la empresa intenten no tocar las facturas que se encuentren en la plancha para disminuir el riesgo de contagios. “Lo que más me gustaría en estos momentos es cobrar el plan de emergencia familiar para salir menos a la calle porque en mi casa hay personas que si esto les agarra pueden llegar a morir” comentó con una gran preocupación.
Una pandemia que vamos experimentando y que vamos luchando todos los días hasta que esto de una vez termine. Pero en el medio de todo esto hay personas que se esfuerzan siempre para salir adelante y para llevar la comida de todos los días a cada casa. Y todo esto también afecta al trabajo de cada persona en el mundo, muchos que no tienen la posibilidad de ir en estas condiciones y otros que tienen todas las condiciones, pero al estar en “negro” tienen el miedo de ir presos.
